La necesidad de transformar la dolorosa transición a la muerte en un acto luminoso impulsó a Gilberto González Guerra a crear Errantes-Viaje a la memoria, cuya renovada versión se presentará el 2, 3 y 4 de agosto en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM. El costo del boleto es de 80 pesos.
“Tenemos sembrada la creencia de que la muerte viene de la mano de la tragedia, del drama. Quise que el amor superara esa parte caótica, quise sublimar la muerte”, reconoce Gilberto, cofundador, director e intérprete de Onírico, compañía que llevará a escena a Errantes el viernes a las 20 horas, sábado a las 19 horas, y domingo a las 18 horas.
En la obra, el mago blanco, creador de universos fantásticos, está muriendo, pero los errantes, personajes de su invención, compartirán con él secretos y aventuras de sus mundos soñados antes de que emprenda ese nuevo y desconocido viaje.
Onírico apenas pudo estrenar la versión original en marzo de 2020, pues con el confinamiento, a causa de la pandemia de Covid-19, la obra se tuvo que guardar.
Esta propuesta escénica es autobiográfica. El autor ideó el acompañamiento amoroso para el mago moribundo tras cuidar a su madre enferma de cáncer hasta su partida. La obra también surgió de la proximidad de Gilberto con la muerte debido a una profunda depresión, durante un largo periodo, que superó gracias al apoyo de su madre.
“Experimenté la cercanía con el infierno, con los lugares más oscuros. Fue un proceso muy complicado y mi madre me sacó adelante. Poco después de que logré salir, vino su enfermedad”, confiesa quien da vida en escena al mago blanco en este proyecto realizado gracias al Estímulo Fiscal Para las Artes EFIARTES 2023.
Al final de esa etapa densa, también plasmada en la obra, al final de ese túnel que parece interminable, Gilberto encontró la luz. Las “heridas de guerra”, como llama a las secuelas de estas vivencias, le dieron la fortaleza necesaria para lograr que Onírico esté de vuelta.
“Con el paso de los años sigo creyendo en el poder del juego para transformar la oscuridad en universos más amables, en un acto de comunión con la vida”, opina el protagonista del espectáculo Saltimbanco del Cirque du Soleil con el que se fue de gira por tres años.
El reencuentro de los errantes con su creador se asemeja al reencuentro, a más de una década de su distanciamiento, entre Gilberto y Juan Ramírez, cofundador de Onírico, quien al incorporarse por primera vez al elenco de esta obra le ha dado un giro total.
“Juan es alguien muy obsesivo que muchas veces me pone freno para no salirme de cosas que no alcanzo a ver y que me ayudan a empoderar más la pieza”, dice Gilberto.
Tanto Emmanuel Fragoso como Juan interpretan a los Errantes, cada uno trabaja desde su propia fragilidad y vulnerabilidad. Ambos han experimentado recientemente la muerte de personas cercanas, por lo que su labor escénica se vuelve aún más comprometida.
Para Emmanuel, miembro del elenco original, la presencia de Juan metió la obra en un torbellino, ahora es más contundente y poderosa. También es mayor la exigencia para hacer de estos personajes seres extraordinarios, entrañables y sensibles, rodeados de historias de “tanto amor, tanta luz, tanta proeza”.
Juan admite que le concede gran importancia a que los elementos elegidos en escena no sean gratuitos, sino que estén bien justificados, siempre con la autorización del creador, porque no impone, propone soluciones.
“Mi personaje está en construcción. Sé de dónde viene y hacia dónde va. Es una remembranza de la compañía, un recipiente de los universos, de los personajes y otras secuencias que nunca llegaron a ser parte de una obra, surgidos del choque entre dos mentes, la de Gilberto y la mía”, dice quien se denomina artista callejero.
Juan siente gratitud con la vida por la mancuerna creativa que ha formado con Gilberto. Su encuentro ha sido explosivo, con sus conflictos y empatías. Onírico ha ganado madurez escénica, pero siguen siendo niños jugando con toda su inocencia.
Los dos tomaban clases de danza contemporánea con Javier Basurto en la Facultad de Arquitectura de la UNAM cuando una amiga en común los presentó. La amistad fue creciendo a medida que ambos trabajaban como estatuas vivientes en el Centro Histórico de Coyoacán y en 1998, junto con Ramón Solano, fundaron Onírico.
“Aunque a veces no hemos encontrado cabida en un solo sector del arte, hemos vibrado juntos y hemos construido un lenguaje distinto, un lenguaje propio”, piensa Gilberto sobre la compañía que ha obtenido en tres ocasiones el primer lugar del Premio INBA-UAM, el concurso de creación coreográfica contemporánea más importante de la danza en México.
La música de Errantes-Viaje a la memoria fue compuesta exprofeso por Manos Milonakis, pero no es el único artista griego que ha cautivado al director de Onírico. También ha quedado fascinado con el fuerte uso del color en escena del coreógrafo Dimitris Papaioannou y con la potencia visual y la poética del cineasta Theo Angelopoulos.
Con este bagaje, Gilberto, miembro del Sistema Nacional de Creadores
de Arte, relata la historia del mago blanco y, junto con Juan y Emmanuel, se da a la tarea de que el paso de un umbral a otro sea más cálido para terminar abrazando al público desde otro lugar que va más allá de la pérdida.
Errantes cuenta con la iluminación de Patricia Gutiérrez, la realización de la escenografía de Hiram Kat, la realización de vestuario de Estela Fagoaga, la producción general de Claudia Villarreal y la coordinación de producción de Pilar Campo.
La compañía, que dirige Gilberto González Guerra, presentará la obra Errantes-Viaje a la memoria en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM el 2, 3 y 4 de agosto.