Imagina que te encuentras un diario de tu madre de cuando era joven. Ahora
súmale que esa mujer se fue de la casa un día después de que nacieras. Esa es
la realidad de Galya, la menor de cuatro hermanas, quienes ante dicho
abandono, construyen una vida llena de carencias y soledad. Ahora, muchos
años después, son reunidas por Galya para celebrar navidad juntas por primera
vez después de un largo tiempo.
Un archipiélago es un conjunto de islas que, si bien, están cerca, no están
unidas. Así se siente esta familia y a modo de un rompecabezas nos iremos
enterando de las razones por las cuales no han podido acercarse y formar un
verdadero hogar.
“¿Todos necesitamos a alguien o no necesitamos a nadie?” Esta es una de las
preguntas que se mantienen durante la obra y mientras la historia avanza, cada
vez duele más preguntártela de nuevo. Yo creo que todos necesitamos a
alguien, Galya también lo cree y hará todo lo necesario para encontrar su lugar.
Cada una de las hermanas es un mundo de complejidad, te encariñas con ellas
y en muchos momentos hasta dan ganas de abrazarlas para sólo decirles “sé
que te duele, pero hay alguien aquí para ti”. Las actrices las encarnan
maravillosamente, son convincentes y la química que tienen entre ellas da la
sensación de que llevan toda la vida conociéndose; y así es, ya que el proyecto
es el reencuentro de la compañía “La vaca voladora” (gracias).
El vestuario y la escenografía están maravillosamente cuidados. El comedor es
el espacio principal y a la derecha el rincón de Galya, desde donde la
escuchamos leer el diario de su madre y a la vez escribir el suyo. La paleta de
colores (beiges, blanco, café) nos invita a creer que la familia es elegante y
pacífica, cuando en realidad son una explosión en todo el sentido de la palabra.
Espero que vengan a verla (Miércoles y jueves 8:30 pm en el foro Shakespeare)
y salgan con ganas de abrazar a los que aman, porque nunca es demasiado
tarde para crear un continente donde antes sólo había un archipiélago.
Por Karen Ávila